Como seres humanos, somos seres intrínsecamente imperfectos, nuestras vidas una constante danza entre nuestras virtudes y nuestros defectos. Sin embargo, a menudo encontramos un desafío insuperable en la confesión de nuestras faltas.
Esta reticencia, este hábito de ocultar y evadir nuestros defectos, puede ser visto como un desafío directo al principio estoico de vivir de acuerdo con la naturaleza. Los estoicos nos invitan a ver la vida tal como es, no como quisiéramos que fuera. En este espíritu, no podemos separarnos de nuestros propios defectos, ni podemos permitirnos ver solo nuestros atributos más brillantes.
Las enseñanzas de Epicteto, y del estoicismo en general, nos alientan a enfrentar y aceptar nuestras imperfecciones con valentía. Al hacerlo, no solo nos acercamos a la verdad, sino que también nos liberamos de los grilletes del miedo y la vergüenza que tan a menudo nos impiden avanzar.
Este reconocimiento no es un acto de autoflagelación, sino un acto de liberación. Al asumir nuestros defectos, los traemos a la luz, donde pueden ser examinados, entendidos y, en última instancia, superados. Esta es la verdadera libertad, la verdadera independencia que promete el estoicismo: el poder de ver nuestras propias faltas, de asumirlas y de trabajar para superarlas.
Y, sin embargo, a pesar de esta verdad, muchos de nosotros luchamos con esta tarea. ¿Por qué? Porque nos aterra el juicio, tanto de los demás como de nosotros mismos. Nos aterra la vulnerabilidad que viene con la autenticidad, con la exposición de nuestras debilidades al mundo y a nosotros mismos. En la medida en que nos enfrentamos a esta verdad, también enfrentamos una parte integral de nuestra humanidad, una parte que tan a menudo luchamos por ocultar.
Por lo tanto, si deseamos vivir de acuerdo con los ideales estoicos, debemos aprender a aceptar y enfrentar nuestros defectos, no con temor, sino con coraje y comprensión. Sólo entonces podremos avanzar hacia una vida de verdadera sabiduría y virtud, una vida en la que nuestras faltas ya no nos definen, sino que simplemente nos informan de los caminos que debemos tomar en nuestra constante búsqueda de crecimiento y mejora.
Así, desde el punto de vista del estoicismo contemporáneo, la máxima inicial se convierte en una brújula, un recordatorio constante de la importancia de la autoconciencia y la autenticidad en nuestro viaje a través de la vida. Un recordatorio de que somos, a pesar de nuestros defectos, seres humanos en constante evolución, capaces de aprender, de cambiar y, sobre todo, de crecer.
¿Cómo mis propios defectos y mi resistencia a reconocerlos están impactando mi vida y mi crecimiento personal?
Ejercicio práctico para la semana:
Recuerda, el objetivo de este ejercicio no es la perfección, sino el crecimiento constante y la mejora. Incluso los estoicos más notables eran humanos y, por lo tanto, imperfectos. La verdadera medida del éxito estoico no es la ausencia de defectos, sino la voluntad de enfrentar y trabajar en nuestros defectos para vivir una vida más virtuosa y significativa.
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