El destino, se dice, no es cuestión de suerte, es cuestión de elección. Esta afirmación, vestida con la sencillez de una verdad elemental, tiende a desatar una lluvia de reflexiones que tienen en su núcleo la interpretación y aplicación de los principios estoicos en el moderno laberinto de la existencia.
La suerte, a través de la lente estoica, se percibe como un fenómeno externo, una corriente impredecible y ajena que fluye con indiferencia hacia nuestras vidas. En el teatro del cosmos, la suerte es un actor secundario, cuyo papel se desvanece ante la soberanía de nuestra voluntad. Los estoicos nos enseñan que debemos permanecer imperturbables frente a su inconstancia, aceptando sus caprichos con la misma serenidad con la que aceptamos la sucesión de las estaciones.
La elección, por otro lado, es una entidad profundamente arraigada en nuestro ser. Es la manifestación de la libertad humana, la capacidad innata de decidir, de moldear nuestro camino con la arcilla de nuestras decisiones. Aquí yace la esencia del estoicismo: en la comprensión de que la elección, no la suerte, es la escultora de nuestro destino.
Los sucesos de la vida son como el viento. Algunos soplan a nuestro favor, impulsándonos hacia adelante, mientras que otros nos golpean con una fuerza que parece capaz de derribarnos. Sin embargo, la dirección que tomamos, cómo navegamos, se decide en la timonera de nuestras decisiones. La elección se presenta, entonces, como el timón con el que guiamos nuestro barco a través de la tormenta de la existencia.
En el gran baile del destino, la suerte puede elegir la música, pero somos nosotros quienes decidimos los pasos de baile. El estoicismo nos insta a bailar con gracia, independientemente de la melodía, a dar un paso tras otro en un baile constante de elección y determinación.
Al final, la elección nos permite, a través de la fortaleza y la razón, dar forma a las circunstancias que se encuentran más allá de nuestro control. Nos da el poder de forjar nuestro propio destino, no como una serie de eventos aleatorios dictados por la suerte, sino como el fruto maduro de nuestras decisiones deliberadas.
La reflexión final en el espejo del estoicismo es que el destino no es algo que nos sucede, sino algo que elegimos. Y al hacerlo, nos convertimos en los autores de nuestras propias vidas, escribiendo nuestro destino a través de las elecciones que hacemos, de momento en momento, en medio de la marea de lo que se percibe como suerte.
¿En qué aspectos de tu vida podrías ser más presente, y qué cambios podrías hacer para vivir más plenamente en el "ahora"?
Dedica un tiempo cada día para practicar la "presencia consciente". Puedes elegir un momento específico del día o incluso una actividad específica, como comer, caminar, o trabajar. Durante ese tiempo, tu tarea será estar completamente presente, centrándote en cada sensación, cada pensamiento, cada emoción que experimentes.
Por ejemplo, si eliges estar presente mientras comes, concentra toda tu atención en la experiencia de comer: el sabor de la comida, la textura, el olor, incluso los sonidos. Si surgen pensamientos sobre el pasado o el futuro, simplemente reconócelos y luego déjalos pasar, volviendo tu atención al presente.
El objetivo de este ejercicio es entrenarte para estar más presente en tu vida diaria, para darle todo al presente. Puede ser desafiante al principio, pero con práctica, puedes desarrollar una mayor conciencia y apreciación del presente, lo que puede enriquecer tu vida y potencialmente impactar tu futuro de maneras significativas y positivas.
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