En la sombra de la vejez, la reflexión y la introspección frecuentemente dan lugar a un jardín de arrepentimientos. Es un jardín nutrido por las gotas de la lluvia del tiempo, en el que cada arrepentimiento es una flor con su propio perfume de añoranza. Sin embargo, la escuela filosófica del estoicismo, tanto en su antigua concepción como en su moderna reencarnación, nos ofrece una visión enriquecedora y equilibrada de este jardín de la vida.
El estoicismo antiguo, como ejemplificado por filósofos como Epicteto, Séneca y Marco Aurelio, promovía la virtud como el bien supremo y consideraba que las emociones negativas resultaban de errores de juicio. El arrepentimiento, en su esencia, sería una consecuencia de estos juicios erróneos.
Veamos, por ejemplo, el arrepentimiento común de no haber vivido la vida de uno mismo. El estoicismo antiguo nos animaría a liberarnos de las expectativas externas, ya que lo único que podemos controlar verdaderamente es nuestra propia voluntad y acciones. De manera similar, el arrepentimiento de haber trabajado demasiado se enmendaría por la perspectiva estoica que aconseja buscar un equilibrio y recordar que no somos simplemente máquinas productivas, sino seres humanos con una gama de necesidades y deseos.
El no mantener contacto con los amigos, no expresar los sentimientos y no cuidar la salud también se ven a través del prisma estoico. La amistad, la autenticidad emocional y la salud son aspectos intrínsecos de la vida que los estoicos valoraban y a los que dedicaban cuidado consciente. Dejarse llevar por la negligencia o el orgullo sería un error de juicio, una desviación de la virtud.
Mientras el estoicismo antiguo proporciona una guía valiosa, también se ha producido un renacimiento, un ‘nuevo estoicismo’ que refleja las cambiantes circunstancias y comprensiones de la vida. Aun así, los principios fundamentales permanecen: el enfoque en lo que podemos controlar y la búsqueda de la virtud.
No tomar suficientes riesgos, por ejemplo, puede verse como un resultado de preocuparse demasiado por las cosas fuera de nuestro control. El estoicismo nos recuerda que, si bien no podemos controlar los resultados, podemos controlar nuestras acciones y decisiones. Algo similar ocurre con el arrepentimiento de no haber aprendido más o no haber viajado más. Aquí, el nuevo estoicismo haría hincapié en la importancia de la autodeterminación y el crecimiento personal, elementos que podemos controlar y cultivar.
Los últimos arrepentimientos, como no dedicar más tiempo a la caridad, no ahorrar suficiente para la jubilación, no pasar suficiente tiempo con los seres queridos y no cuidar las relaciones, todos giran en torno a nuestras interacciones con el mundo y con los demás. Aquí, tanto el estoicismo antiguo como el nuevo se unirían en la exhortación a cultivar la virtud en nuestras relaciones y a tomar decisiones conscientes para fomentar la justicia, la generosidad y el amor.
Desde la antigüedad hasta el presente, el estoicismo nos ofrece una brújula para navegar por el jardín de la vida y los arrepentimientos. Nos recuerda que aunque no podemos cambiar el pasado, siempre podemos aprender de él y actuar en el presente con sabiduría y virtud. En última instancia, esta es la clave para vivir una vida plena, una que, cuando llegue el ocaso, mire hacia atrás con serenidad en lugar de con arrepentimiento.