Cada semana, ofreceremos una reflexión estoica y ejercicios para profundizar la práctica del estoicismo en un viaje de autodescubrimiento y fortaleza personal.

La mayor parte de lo que decimos y hacemos no es necesario.

Reflexión

En el epicentro de nuestros pensamientos, a veces se encuentra el parloteo constante, un torrente de palabras y acciones que se despliegan sin cesar. Son como piedras que se arrojan en un estanque tranquilo, creando ondulaciones que perturban la paz de su superficie. Este torrente constante nos distrae de lo que realmente importa, de lo que es esencial.

El estoicismo nos recuerda que la mayoría de lo que decimos y hacemos está guiado por caprichos efímeros y desvaríos del deseo, alejándonos del auténtico autogobierno. Lo necesario es a menudo más simple y más silencioso de lo que estamos acostumbrados a percibir. Es el susurro tranquilo de la verdad, el abrazo suave de la autenticidad, la mirada intensa del propósito. En la sobriedad de nuestras palabras y acciones, se encuentra un espacio para el verdadero significado.

Es en ese lugar silente donde podemos descubrir lo esencial de la vida. El estoico moderno se da cuenta de que su ser no está en la incesante charla ni en la frenética actividad, sino en la tranquilidad que viene de ser uno mismo, de estar en el mundo pero no ser consumido por él.

La mayor parte de lo que decimos y hacemos no es necesario. Es ruido, es polvo en el aire, es la tormenta que distrae la mirada de las estrellas. Bajo la lente estoica, este reconocimiento no es motivo de cinismo, sino de liberación. Desnuda la vida, le quita sus adornos superfluos, y nos devuelve a la esencia de nuestra existencia.

El estoicismo nos anima a disminuir el ruido, a deshacerse de lo superfluo, a simplificar. No porque el mundo sea malo, sino porque en su complejidad a menudo nos perdemos. Nos olvidamos de lo que somos, de lo que realmente importa. En la quietud y en la simplicidad, nos encontramos a nosotros mismos, a nuestro propósito y al mundo tal como es, no como aparenta ser.

Por tanto, vivir con estoicismo es vivir con conciencia. Es elegir nuestras palabras con cuidado, hacer nuestras acciones con propósito. Es reconocer que en la simplicidad y en el silencio, encontramos la paz, la sabiduría y la autenticidad que tanto buscamos. Es entender que la mayor parte de lo que decimos y hacemos no es necesario y, en ese reconocimiento, hallar nuestra verdadera libertad.

Pregunta

¿Cómo puedes disminuir la cantidad de acciones y palabras innecesarias en tu vida diaria y centrarte en lo que es realmente esencial?

Ejercicio

Ejercicio para practicar durante una semana:

Práctica de la Conciencia Estóica

Durante una semana, intenta llevar un diario en el que registrarás tus palabras y acciones. Pero no todas, sólo las que consideres innecesarias o no esenciales. Aquí hay un proceso paso a paso de cómo podrías hacerlo:

  1. Al final de cada día, dedica unos momentos para reflexionar sobre tus acciones y palabras. Haz una lista de las cosas que dijiste o hiciste que no te parezcan esenciales.
  2. Junto a cada entrada, escribe por qué crees que hiciste o dijiste eso. ¿Fue por hábito? ¿Fue para llenar un silencio? ¿Fue por inseguridad?
  3. Reflexiona sobre cómo podrías haber manejado la situación de manera diferente y cómo podrías actuar de manera más alineada con tus valores y objetivos esenciales.
  4. Al final de la semana, revisa tu diario y busca patrones. Tal vez te des cuenta de que tiendes a hablar de más cuando te sientes incómodo, o que te ocupas en tareas innecesarias cuando estás evitando hacer algo más importante.
  5. Desarrolla un plan para la próxima semana sobre cómo podrías reducir o eliminar estos comportamientos innecesarios y reemplazarlos con acciones y palabras más intencionadas y esenciales.

Al centrarte en la intencionalidad y la conciencia en tus palabras y acciones, puedes comenzar a vivir de una manera más alineada con los principios del estoicismo moderno, reduciendo la cantidad de lo que es innecesario y centrando tu energía en lo que realmente importa.